ACERCA DE LA EDUCACION (I)
¡Cuántas cosas se han escrito sobre este tema! ¿Qué más se puede decir? Siempre habrá novedades para aportar, gracias a la diversidad de la especie humana...
Parte primera. Precisiones
Trataré de abordarlo de una manera no tradicional.
Educar, del latín educare, puede ser empleado con varios significados, para mi propósito lo definiré tratando de limitarlo para precisar su alcance: Educar es transmitir a otros las normas culturales propias. Es una definición antropológica porque parto del supuesto que educar es una cuestión cultural.
Este vocablo, a veces, es tomado como sinónimo de la palabra instruir.
Instruir, del latín instruere, informar, es transmitir conocimientos. Instruir y educar son dos aspectos del enseñar, del latín insignare, marcar, designar.
Somos educados y educamos para actuar con patrones de conductas “normales”, ítem estudiado por las ciencias de la conducta, v.g. psicología.
Cada cultura tiene su patrón de normalidad. Hay quienes caen en la confusión de que lo que ellos consideran normal tiene categoría de universal, porque supuestamente siguen “las leyes de la naturaleza”, y por lo tanto sus ideas de lo normal tienen validez absoluta.
La confusión nace de proyectar nuestras ideas y elucubraciones como propias de la naturaleza a la cual le asignan una intencionalidad y un determinismo fatídico que no tienen. El otro componente de la confusión es el aspecto ético. Es cierto que el quehacer humano tiene un Ethos, pero también esto es una creación humana.
La realidad no es univoca, puede ser interpretada de manera diversa por distintos observadores. Tomemos como ejemplo a un cristiano y a un budista. Para el primero el bien y el mal están perfectamente separados, es una dualidad incontrastable, es un dogma. Para el segundo el bien y el mal son simples aspectos de una misma realidad que depende de la posición del observador.
Un ejemplo aclarará esta concepción: una zorra mata a una gallina que está con sus polluelos y la lleva para que la coman sus crías. Para la gallina y sus pollitos fue un hecho malo, para la zorra y sus crías fue un hecho bueno.
No debe hablarse de comportamientos acorde a las leyes naturales sino concordantes o no con el ethos imperamente en una cultura dada.
Salido de esta digresión, nuestra cultura occidental actual cuenta para enseñar con dos instituciones básicas, una para educar otra para instruir. La familia es la responsable de la educación. La escuela lo es de la instrucción.
La distorsión de roles, es a mi entender, una necesidad de urgente rectificación, hay que clarificar los mismos para luego avanzar apuntalando y afianzando ambas instituciones.
Juan Carlos Mazzera
Parte primera. Precisiones
Trataré de abordarlo de una manera no tradicional.
Educar, del latín educare, puede ser empleado con varios significados, para mi propósito lo definiré tratando de limitarlo para precisar su alcance: Educar es transmitir a otros las normas culturales propias. Es una definición antropológica porque parto del supuesto que educar es una cuestión cultural.
Este vocablo, a veces, es tomado como sinónimo de la palabra instruir.
Instruir, del latín instruere, informar, es transmitir conocimientos. Instruir y educar son dos aspectos del enseñar, del latín insignare, marcar, designar.
Somos educados y educamos para actuar con patrones de conductas “normales”, ítem estudiado por las ciencias de la conducta, v.g. psicología.
Cada cultura tiene su patrón de normalidad. Hay quienes caen en la confusión de que lo que ellos consideran normal tiene categoría de universal, porque supuestamente siguen “las leyes de la naturaleza”, y por lo tanto sus ideas de lo normal tienen validez absoluta.
La confusión nace de proyectar nuestras ideas y elucubraciones como propias de la naturaleza a la cual le asignan una intencionalidad y un determinismo fatídico que no tienen. El otro componente de la confusión es el aspecto ético. Es cierto que el quehacer humano tiene un Ethos, pero también esto es una creación humana.
La realidad no es univoca, puede ser interpretada de manera diversa por distintos observadores. Tomemos como ejemplo a un cristiano y a un budista. Para el primero el bien y el mal están perfectamente separados, es una dualidad incontrastable, es un dogma. Para el segundo el bien y el mal son simples aspectos de una misma realidad que depende de la posición del observador.
Un ejemplo aclarará esta concepción: una zorra mata a una gallina que está con sus polluelos y la lleva para que la coman sus crías. Para la gallina y sus pollitos fue un hecho malo, para la zorra y sus crías fue un hecho bueno.
No debe hablarse de comportamientos acorde a las leyes naturales sino concordantes o no con el ethos imperamente en una cultura dada.
Salido de esta digresión, nuestra cultura occidental actual cuenta para enseñar con dos instituciones básicas, una para educar otra para instruir. La familia es la responsable de la educación. La escuela lo es de la instrucción.
La distorsión de roles, es a mi entender, una necesidad de urgente rectificación, hay que clarificar los mismos para luego avanzar apuntalando y afianzando ambas instituciones.
Juan Carlos Mazzera