jueves, agosto 16, 2007

EL HOMBRE SE PREGUNTA

Al principio el Hombre tomó contacto con cada maravilla de la Naturaleza y se detuvo a observarlas con curiosidad. Y a medida que pudo recorrer camino fue comprendiendo que poco o nada conocía de cuanto lo rodeaba, por eso desde entonces se pregunta...

¿Quién soy? ¿De dónde provengo? ¿Por qué y para qué nací? ¿Qué es la Vida? ¿Existe un Creador? ¿Puede ser el Universo producto de una casualidad? ¿Nuestro planeta es el único habitado por seres inteligentes? ¿Poseemos alma? ¿Qué significa la muerte? ¿Todo concluye cuando morimos? ¿Es real lo que veo, palpo y escucho o tan sólo una ilusión?

Desde el primer día el Hombre admiró los amaneceres y crepúsculos. Se sorprendió con las distintas fases de la Luna. Se inquietó ante los eclipses. Temió a las tormentas, relámpagos, rayos y truenos. Se embelesó con las brillantes estrellas de la noche. Escuchó aterrorizado el rugir de los volcanes. Calmó su sed bebiendo de las frescas y cristalinas aguas de fuentes y ríos de montañas. Conoció el placer de vivir en pareja. Asistió emocionado a nacimientos y muertes. Descubrió el fuego...

Al inventar la rueda inició una verdadera revolución que modificó sus métodos de desplazamiento. Comenzó a percatarse de las distancias y por ende del tamaño del planeta. Después se las ingenió para calcular el espacio que separa a la Tierra de otros cuerpos celestes. Y avanzó y jamás se detuvo, pero aun hoy continúa preguntándose lo esencial...


ALGUNAS CONSIDERACIONES

Es prudente hablar, cuando resulta oportuno hacerlo, de lo que sabemos o a consciencia creemos cierto, evitando la tentación de emitir opiniones sin fundamento que podrían causar más confusión que esclarecimiento.

Conocemos muy poco, comparado con la cantidad de preguntas sin respuestas que se agitan en nuestra mente.

Es aconsejable tomar cada pensamiento como referencia, pero no adoptarlo como una verdad absoluta.

La Verdad es Infinita y no puede ser abarcada en una frase ni en miles de libros.

Nuestra intención es ayudar a pensar, observar y escuchar, para así facilitar la comprensión de la realidad que nos rodea y de la que somos parte.

A continuación desgranaremos algunas conclusiones personales o colectivas que compartimos y apoyamos, pero que no son la única respuesta ni la verdad completa, tan sólo un atisbo de luz en el largo recorrido del aprendizaje.


NUESTRO LUGAR EN LA CREACIÓN

Somos parte del planeta Tierra que nos cobija. Pertenecemos a un sistema denominado Sistema Solar porque su centro es la estrella Sol. Miles de sistemas parecidos al nuestro nos acompañan en el inmenso espacio. A esa agrupación de sistemas y otros cuerpos celestes se la denomina Galaxia. Y nuestra galaxia ha sido bautizada con el particular nombre de Vía Láctea.

Resumiendo, podemos decir que la Tierra es parte del Sistema Solar y este último de la Vía Láctea, lo que determina nuestra pertenencia, como hijos de nuestro hermoso planeta azul, a la galaxia que nos contiene. Por lo tanto somos parte de la Tierra, del Sol y de todos los cuerpos celestes hermanos que integran la Vía Láctea. Y como esta última es un eslabón de la infinita cadena de conjuntos de cuerpos celestes que pueblan los universos, pues entonces cada uno de nosotros es una partícula de tan grandiosa maravilla.

Nuestros Cuerpos Físicos dependen, para existir, de los equilibrios y complementaciones entre los diversos cuerpos celestes de la galaxia. No somos entidades solitarias o independientes como algunas personas a veces creen. Todos –soles, planetas y habitantes– estamos íntimamente relacionados y regidos por Leyes Superiores ineludibles.

Pero no existe una única galaxia, sino infinidad, cada una conteniendo miles de sistemas solares y repitiéndose el modelo infinitamente. Billones de planetas tan habitables como el nuestro existen dentro y fuera de nuestra galaxia, lo que nos lleva a pensar que no estamos solos en la Creación.

La sensación de soledad que a veces inquieta a muchas almas proviene de la visión geocéntrica que aún se conserva a pesar de los avances de la Astronomía. Sabemos que la Tierra no es el centro de todo lo creado, pero no pocos hombres prefieren creer lo contrario. Una barbaridad que no puede sostenerse por lo ilógica y poco científica que resulta.

¿Es infantil pensar que multitudes de seres inteligentes podrían estar habitando diferentes planetas de nuestra galaxia o de otras? Creemos que lo más lógico es convenir en que las formas inteligentes de vida están repartidas en toda la Creación y no excluyentemente en nuestro planeta. Y este pensamiento absolutamente coherente nos trae felicidad y esperanza a nuestras mentes y almas.


NUESTRO PARENTESCO CON LA NATURALEZA

Un gran sector de la Humanidad cree –nosotros también– que no somos meros observadores de la Naturaleza, sino parte de la misma, más o menos lo dicho en párrafos precedentes.

Hijos de la Madre Tierra. Hermanos de los ríos y mares, de las plantas, de los animales, del viento, del fuego, de la lluvia, del calor y del frío.

Hijos y hermanos, parientes inseparables de todo lo creado, debemos respetar el equilibrio natural de cada escenario de nuestras vidas. La violación de tales leyes no escritas de convivencia trae aparejado un efecto negativo que al reiterarse puede poner en grave riesgo la habitabilidad de muchas regiones del planeta.

El calentamiento global, entre otras calamidades, es una consecuencia directa de la absoluta falta de amor y respeto de muchos hombres hacia el planeta que nos contiene. Rotas las leyes: destruidos los equilibrios.

Cada árbol es un pulmón que nos da salud y promesa de futuro, sin embargo la tala salvaje de bosques ha disminuido la calidad del aire que respiramos y provocado modificaciones de los ciclos de lluvias y otras condiciones naturales.

Muchos hombres han olvidado su parentesco con la Naturaleza y la están agrediendo sin piedad. El planeta se defiende de esos ataques y por eso se registran últimamente tantos fenómenos climáticos inusuales, ascenso o descenso del nivel de las aguas, desertización de suelos e inundaciones devastadoras, terremotos cada vez más frecuentes, así como la reaparición de plagas y enfermedades que se creían superadas.

Nada de lo que hacemos le pasa desapercibido al planeta. Así también éste influye en nosotros. Un ida y vuelta que deberíamos considerar con mayor atención y cuidado, si no queremos que el parentesco quede roto para siempre.


MÁS ALLÁ DE LO VISIBLE

Hasta ahora nos hemos referido a los aspectos visibles, más densos, de la Creación. Existen realidades que no podemos ver ni oír ni palpar, como por ejemplo los pensamientos. Son y están, aunque resulte casi imposible percibirlos con los sentidos físicos.

El hombre “civilizado” cree en lo que ve y/o comprueba científicamente, por tal razón se muestra reacio, salvo honrosas excepciones, a admitir la existencia de lo que no puede ver ni comprobar con métodos convencionales.

De esa brecha entre la realidad invisible y las dudas de los hombres se ocupan las religiones, ciertas filosofías y algunas ciencias y metaciencias no siempre apoyadas por los académicos.

Inquietudes sin respuestas, fenómenos inexplicables, experiencias sobrenaturales, infinidad de hechos y circunstancias que las ciencias convencionales no pueden clasificar ni explicar, son terreno de la fe o cuando menos de la intuición, así como de ciencias que van más allá de lo inmediato, de lo obvio y aceptado oficialmente.

Como ejemplo podemos citar a una rama de la ciencia que fue abriéndose camino a través del tiempo, a pesar de la resistencia de varios científicos y de ciertas religiones o grupos religiosos, del miedo de alguna gente y del escepticismo de muchos. Estamos hablando de la Parapsicología. En este punto conviene aclarar que no nos referimos a la deformación que de esta disciplina de investigación han hecho millares de oportunistas en el mundo.

Sea por comprobación científica, observación, intuición o conocimiento recibido de otros, es indispensable, para una mejor y más amplia comprensión de la existencia, ir más allá de las fronteras de lo tridimensional, de aquello que podemos ver con nuestros ojos...


ALGUNAS RESPUESTAS QUE PROPONEMOS

La muerte es un proceso propio de la existencia. No significa extinción, desaparición, sino cambio. Todo es Energía y como tal el Cuerpo Denso transforma su condición después de que acontece la muerte. La Energía Vital continúa en el Ser que ha desencarnado, no así en su cuerpo físico que ha dejado atrás. Significa que la vida sigue, trasciende, no se detiene, pero en un plano diferente, menos denso, más sutil y más independiente.

El Alma no es tridimensional, como tampoco la electricidad. Conocemos los efectos de una y otra, pero jamás las vemos, por lo menos no tan fácilmente como a los objetos.

El Cuerpo Etérico tampoco es tridimensional, sin embargo acompaña al cuerpo físico en toda su existencia. El alma habita el cuerpo físico y el cuerpo etérico lo rodea. Al morir una persona su alma y cuerpo etérico se transforman energéticamente, mudan de condición y retornan al Origen.

El Espíritu, que es superior al alma, así como la Mente, que no es el cerebro, continúan existiendo después de la transformación energética de lo que fueran cuerpo físico, alma y cuerpo etérico del ser desencarnado cuando era humano.

Estas energías de tan elevada categoría es lo que sobrevive del individuo más allá de la muerte física. En realidad estamos hablando del Ser en sí, aunque despojado de sus aspectos menos sutiles.

Por eso es posible la conexión entre “muertos” y vivos, ya que se efectúa espiritual y mentalmente.

Los contactos se realizan más asiduamente con los individuos “vivos” en estado de sueño, o sea mientras duermen, aunque no pocas veces se han registrado experiencias en estado de vigilia.

Generalmente los seres desencarnados se presentan como en sus mejores momentos cuando “vivían”, salvo que alguna situación los preocupe o entristezca.

No es bueno obsesionarse con los “muertos”, pues ellos deben cumplir sus metas de evolución. Amarlos y reconocerlos vivos, porque lo están en otra dimensión, es altamente recomendable, pero no debemos olvidar respetar las Leyes Superiores de Evolución, cada cual en su respectivo nivel y condición...

El Supremo Hacedor permite que los seres desencarnados realicen actos de ayuda y apoyo a los seres humanos, pero recién cuando se han cumplido determinadas etapas posteriores a la “muerte”. Nuestra misión o parte de la misma es hacer el bien, lo que explica por qué después de morir quizás nos dediquemos a guiar a los “vivos” en sus caminos de aprendizaje. Después de esa etapa de entrega y servicio existen otras superiores, mas no es tema que desarrollaremos en este artículo...


CONSIDERACIONES FINALES

Creer o descreer, aceptar o disentir, es parte del juego, sin embargo ninguna de las posiciones tendría que excluir a las demás, pues nadie posee la verdad absoluta.

El hombre ha encontrado muchísimas respuestas y a la vez le han surgido nuevos interrogantes, porque como dijimos antes: la Verdad es infinita.

Jamás podremos conocerlo todo con precisión, por lo menos no en nuestra condición de humanos.

En esta dinámica de buscar y encontrar y volver a buscar se hace saludable actuar con mente abierta y una gran dosis de humildad.

Mente abierta para aceptar como posible aun aquello que no se encuadra dentro de nuestras creencias o previsiones. Humildad para admitir que somos extremadamente limitados y por ende siempre discípulos, jamás maestros.

Cuando el enfoque se realiza desde un ángulo estrecho de visión y egocéntricamente, aparecen los fundamentalistas, no sólo en las religiones, sino en el terreno de las ideologías y hasta de las ciencias.

Entonces el disenso, tan natural entre seres que apenas conocen una partecita de la verdad en discusión, se torna altamente ofensivo y llega a ser considerado una blasfemia o un acto de traición, produciéndose roces cada vez más ásperos que pueden culminar en sangrientos ataques mutuos entre las partes.

En el fondo, esos hombres egocéntricos, intolerantes, autoritarios, han olvidado que son humanos y se creen dioses.

Actitudes que retrasan el desarrollo del Conocimiento, interrumpen el normal transcurrir de la vida, alteran los ciclos de Evolución y nos ponen al borde de la destrucción parcial o total de la Humanidad.

¿Queremos saber o imponer? ¿Pretendemos avanzar o detener la marcha de los demás? ¿Buscamos la verdad o engañarnos con falsas versiones de la misma?

El hombre se pregunta, pero no siempre se responde a sí mismo acertadamente...

Pulcius Doni

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