sábado, diciembre 06, 2008

QUE NO SE APAGUEN LAS ESPERANZAS

Después de leer en el blog amigo Nuevo Sol "DESESPERANZA A LAS PUERTAS DEL 2009", necesité darme una ducha fría para volver a sentirme vivo, pues aunque acepto que casi todo lo que se denuncia en el artículo es cierto, también es verdad que la muerte no cura ninguna enfermedad, y, en este caso particular, la visión angustiada y deprimente del autor no hace otra cosa que matar cualquier idea de cambio antes de llevarla a la práctica...

Tiene razón, le reconozco exactitud en su pantallazo de nuestra situación, pero disiento fuertemente con la postura que ha adoptado, porque soy parte de un cada vez más grande sector de la sociedad que jamás se ha dejado vencer por la desesperanza.

Quejarse, denunciar, gritar, es derecho y hasta obligación de todo ciudadano o habitante del país cuando desde el poder se toman medidas que perjudican al pueblo, pero jamás considerando que con eso alcanza o se ha cumplido "heroicamente" con la cuota de participación que nos cabe individualmente para promover o forzar los cambios que reclamamos.

"Cambalache" es una escultura, ya no una pintura, de una faz sombría de nuestra realidad nacional. Nos muestra en tres dimensiones todas las aberraciones y despropósitos de esta sociedad de la que somos parte. Tiene muchos años de antigüedad y sin embargo su espíritu y mensaje están más vigentes que nunca. ¿Significa que únicamente existe en nuestro bendito país la verdad que se denuncia en "Cambalache"?

Sinceramente creo, más bien estoy convencido, de que no es así. Siempre han existido y ahora también, contracaras, opuestos que balancean cada circunstancia de la existencia, porque nos movemos de acuerdo a una dualidad que a veces es más evidente y en otros casos puede pasar desapercibida.

En ese otro extremo de equilibrio, como en el "sube y baja" de las plazas, se encuentran en plena acción los grupos e individuos fuertemente comprometidos con la historia presente y futura del país, analizando a fondo la realidad, pero para hacer algo positivo al respecto, no para sumarse a las quejas plañideras de quienes no traspasan jamás los límites de la dialéctica.

Gente que hasta ha padecido cárcel y persecuciones por actuar en defensa de las instituciones, de la democracia y de los derechos ciudadanos. Personas que sostienen ideales patrióticos por los que podrían morir. Hombres y mujeres que entienden, como yo lo entiendo, que los discursos por sí mismos no sirven de mucho si no son apoyados con acciones, obras visibles y comprobables.

Sé que existe y está muy vivo y activo ese sector, la contracara de la penosa realidad expresada en "Cambalache", pero no tengo por qué hacer pública una lista con nombres y apellidos para que el autor de "DESESPERANZA..." modifique su actitud, porque a él le cabe, únicamente a él, creer como absoluta su propia versión parcial de la realidad o aceptar que hay otro aspecto de la verdad que equilibra el "marcador" y promete mejor ventura.

Si San Martín hubiera escuchado a los agoreros y desesperanzados, o a los egocéntricos que únicamente creen en sus propias hazañas, jamás se habría atrevido a realizar sus grandiosas campañas libertadoras que nos dieron esta posibilidad maravillosa de tener un país propio que nos cobija y por el que debemos esforzarnos para que no lo destruyan.

Quiero puntualizar que desesperanza es, ateniéndonos al contenido del artículo que estoy comentando, sinónimo de ausencia de fe. El optimismo infundado no ayuda a nadie, pero la desesperanza tampoco.

Quizás la desesperanza no aparezca como efecto de una causa externa, sino a consecuencia de un encogimiento del espíritu en momentos difíciles. A ciertas personas las dificultades las fortalecen y hasta inspiran, mientras que a otras las atemorizan y anulan.

Sin fe no hay camino que pueda ser andado. ¿Nos quedamos paralizados o caminamos hacia adelante?

¡ QUE NO SE APAGUEN LAS ESPERANZAS !

José Manuel Franc

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